Xulio Lago
Artista plástico
Definir el trabajo de Xulio Lago, que va desde sillas de gran escala en cimas de montañas hasta abstractas tensiones pictóricas, no solo es una tarea desafiante, sino una tarea difícil a la hora de hacer justicia a su práctica artística. Su producción prolífica y variada tiene, sin embargo, una esencia muy concreta, tan presente, que una vez identificada es imposible olvidarla o pasarla por alto.
Lo primero que aconsejo cuando se esté observando su trabajo, es tomarse un tiempo, no hay necesidad de pensar o mirar detalladamente, solo esperar. Hay una tensión silenciosa en el trabajo de Xulio Lago, la entrega de la fuerza es progresiva en lugar de instantánea, lo que permite un encuentro más prolongado con el espectador, un encuentro que puede demostrar y cultivar más cualidades de las que pueden ser evidentes en una mirada rápida. Esta lenta liberación de energía en el trabajo de Xulio, una vez que comienza a expandirse, a menudo da la impresión de que si apartas la vista demasiado pronto, podrías perderte algo importante. Su trabajo exige poner en práctica el arte perdido de la paciencia y la examinación. Esta tensión contenida, junto con la robusta materialidad de su práctica, produce obras de tal presencia, que casi se puede sentir físicamente su gravedad. Sus esculturas y sus pinturas carecen de exageraciones, no ocupan más espacio del que necesitan, e incluso las piezas más grandes, contemplativas y sublimes, esperan con dignidad y sin adornos para ser leídas.
La obra de Xulio fluye entre lo abstracto y lo figurativo, según él vea apropiado. No de la manera en que, a veces, los artistas se deslizan accidentalmente de uno a otro, el movimiento de Xulio entre los dos es calculado y deliberado. En gran parte de su trabajo figurativo hay una abstracción latente, tanto en el uso del medio como en la producción de señales visuales. Del mismo modo, en el resto de su obra su abstracción es delicada. La familiaridad de sus formas, las curvas casi reconocibles invitan a ser tocadas. También el uso de materiales que aplica directa y literalmente, logrando, por ejemplo, que una obra suya hecha de acero oxidado, se eleve a escultura sin dejar de ser acero oxidado.
Finalmente, la paleta cromática de Xulio, identificativa de Galicia, resulta ser una afirmación universal. A primera vista, los colores terrosos, las texturas rústicas, las superficies oxidadas y los bajos contrastes, parecen sugerir que la humedad melancólica de esta tierra se filtró en su trabajo. Estos tonos tienen una cosa en común, contienen el destino final de todos los colores, son como un recuerdo del futuro, cuando todos los colores vibrantes creados por el hombre y los acabados brillantes encontrarán su origen a través de la decadencia. Esa unión entre la persistencia de la naturaleza con lo efímero de la humanidad no es una visión pesimista, sino un sentimiento presente en Galicia, cuya tierra parece soportar pacientemente nuestros delirios humanos de permanencia, permitiéndonos agregar otra capa de tierra y óxido en su registro. Es un cálido gesto maternal, a través de la asimilación, lo humano fragmentado se vuelve completo e interconectado. Estos son los colores de la persistencia de la naturaleza, que continuarán con o sin nosotros, cumpliéndose una de las verdades más universales.
Elena Bangueses
Historiadora del arte y comisaria
To define Xulio Lago’s work, which ranges from enormously scaled chairs on mountain tops, to tense pictorial abstractions, is not only a challenging task but a difficult one to do justice to his practise as a whole. His prolific and varying production has, however, one very concrete essence, so present, that once you identify it, becomes impossible to forget or overlook.
The first thing I advice when looking at his work, is to take a moment, there is no need to think hard or look hard, just wait. There is a muted tension in the work of Xulio Lago, the delivery of the force is progressive rather than instant, thus allowing for a longer encounter with the viewer, one that can demonstrate and cultivate more qualities than can be obvious in a quick look. This slow release of energy in the work of Xulio, once it’s starts pouring out, often leaves you with the impression that if you look away too soon you might miss something important. His work demands the lost art of patience and reexamination. This muted tension coupled with the robust materiality of his practise, produce works of such presence that one can almost physically feel their gravity. His sculptures and his paintings take up no more space than what they need and are devoid of exaggerations, even the largest ones, contemplative and sublime, they await in unadorned dignity to be read.
Xulio flows between the abstract and the figurative as he sees fit. Not in the way artists sometime accidently slip from one to the other, Xulio’s movement between the two is calculated and deliberate. In much of his figurative work there is a latent abstraction, both in the use of the medium and in the delivery of visual cues. Similarly, in the rest of his work his abstraction is fragile. It could be the familiarity of his forms, these almost recognisable curves that invite to be touched. It could also be his use of material, which he applies so directly and literally, a piece made out of oxidized steel becomes, and remains, oxidized steel elevated to the form of a sculpture.
Finally, Xulio’s characteristically Galician palette turns out to be an universal statement. At first glance the earthy colours, the rustic textures and the oxidized surfaces and low contrasts seem to suggest that the wet Galician gloominess seeped through into the work. These tones have one thing in common, they are the ultimate destination of all colours, they are like a memory from the future, when all the man made vibrant colours and glossy finishes will meet their origin through decay. That junction of the persistence of nature with the ephemerality of humanity is not a pessimistic vision, rather a feeling present everywhere in Galicia, whose land seems to patiently endure our human delusions of permanence, knowingly letting us add another layer of dirt and rust on her registry. It is a warm motherly gesture, through assimilation, the fragmented human becomes whole and interconnected. These are the colours of the persistence of nature, that will go on with or without us, and this is one of the most universal truths.
Elena Bangueses
Art historian and curator
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